miércoles, 23 de mayo de 2007

Figura de lo Dominicano

En 1995 cuando me matriculé en la PUCMM a estudiar derecho, tuve la oportunidad de recibir la materia de filosofía con el catedrático David Álvarez, quien nos presentó 10 años después de haber sido publicado, para ser analizado desde el punto de vista filosófico, este interesante artículo “Figura de lo Dominicano” escrito por Fernando I. Ferrán B.

Hace poco, organizando mis documentos de estudio, me encontré con el documento que había hecho para ese entonces, el cual quiero compartir con la sociedad dominicana como estímulo para comprender la dominicanidad.

El autor basa su planteamiento en la teoría hegeliana, la cual sintetiza en cuatro figuras fenomenológicas, que nos ayudaran a entender lo dominicano, cómo se percibe su cultura, la realidad vivencial, es decir, su conciencia.

La conciencia dominicana presenta estas cuatro figuras fenomenológicas: orfandad, criollismo barroco, drama cultural y pesimismo.

La experiencia de la orfandad surge por el abandono y descuido por parte de la corona española hacia los habitantes de esta isla. Luego de las devastaciones de Osorio entre 1605 y 1606 la isla fue quedando desierta. Todo el que tenía las posibilidades de marcharse lo hizo. Esta emigración solo dejó en la isla a la población desposeída ahogada en la miseria. Esto da lugar al surgimiento de la figura de la orfandad, fenómeno que ha quedado arraigado en la historia dominicana hasta nuestros días, no solamente en la población, sino, en lo institucional como Estado.

Ferrán también invita a reflexionar sobre el futuro del dominicano, tal como cita Icháustegui Cabral “La tragedia del hombre dominicano es la pérdida de sus raíces”.

El criollismo barroco se aplica a los términos informales y hechos circunstanciales extraño a la cultura de sociedades modernas y complejas; y se refiere a las actuaciones en las que nos vemos obligados a utilizar el amiguismo, enllavismo, la manía del parentesco, el nepotismo, las relaciones personales y la lisonjería que vienen a ser algo institucional, cambiando lo que debería ser: las normas, reglamentos y leyes de procedimientos, cayendo de esta manera en la improvisación e inmediatismo que impide tener fortaleza institucional.

Por otro lado, nuestro tortuoso barroco resalta la doble moral, la corrupción, los vicios (alcohol, tabaco, las queridas), los juegos (gallos, lotería, casinos) y lo más sobresaliente: la música y el baile; y un esbozo de ello es que como forma de incrementar el trabajo agrícola en los dominicanos, las autoridades haitianas que ocupaban nuestro territorio, mediante ley y decreto, redujeron los días de fiestas y limitaron las celebraciones de las lidias de gallos, medidas que influyeron grandemente en el fin de dicha ocupación tal como lo recuerda Wenceslao Vega B. en su libro “Historia del Derecho Dominicano”.

El drama cultural se enfatiza en la dimensión vital, la composición racial y la conciencia nacional. La dimensión vital significa angustias e inseguridad social y personal derivados de la violencia del escepticismo y la desacralización, ya que los valores éticos e ideales de bien común han sido sacrificados por los intereses particulares del individualismo occidental. De acuerdo a Frank Moya Pons, luego de la esclavitud que hubo en Santo Domingo los esclavos negros no quedaron aislados; los intercambios raciales han dado lugar a la única comunidad mulata del planeta que conforma hoy la sociedad dominicana.

Moya Pons, define como una de las grandes paradojas de la formación nacional dominicana, el que mientras la población hispana se ennegrece, la población dominicana se emblanquece. Según Pérez Cabral el mulato evade su historia y pretende negar su realidad étnica, y pugna por arianizarse y por desafricanisarse. En nuestra comunidad mulata e hispanizada la cultura no se conoce por ella misma, sino por las imágenes que tradicionalmente se presentan, haciendo eso que se obstaculicen los ineludibles cambios en la conciencia nacional.

“El pesimismo dominicano es asunto de larga historia y de gran interés sociológico. Hay un pesimismo popular espontáneo y un pesimismo culto (...) no hay dominicano que no tenga que luchar con él”. Henríquez Grateraux.

Del pesimismo, señala Ferrán surge la idea de que nuestro país no tiene futuro colectivo, que su composición racial y social vive en un continuo proceso de desintegración cultural, y que por ello mismo solo puede ser gobernado por la fuerza violenta a través de un hombre providencial, origen del caudillismo. El pesimismo es una consecuencia de tres siglos de miseria y frustraciones. Se tiene la idea de que el dominicano posee todas las cualidades negativas y que no queda más alternativa que resignarse ante ello.

De acuerdo a los escritores José Ramón López en “La Alimentación y las Razas” y Américo Lugo, la influencia del positivismo en las escuelas de Santo Domingo durante aproximadamente 50 años, dio al término con el pesimismo sobre el ser dominicano, lo que quedó fijo en la mentalidad popular dominicana. Esto lo explica Guido Despradel Batista en su famoso folleto “Las Raíces de Nuestro Espíritu”.

Contraponiéndose a ésta figura del pesimismo, Marrero Aristy caracteriza antropológicamente al dominicano con definiciones más positivas y objetivas, calificándolo de ser franco, simpático, hospitalario, ingenioso, perspicaz, observador, humorista, de espíritu inquieto y carente de mala intención.

Sin embargo, para Moya Pons el dominicano era atrasado, inculto y subdesarrollado porque descendía de tres etnias de las cuales no se podía esperar demasiado: el indio primitivo, el español haragán y el negro lujurioso.

El autor concluye en que estas cuatro figuras fenomenológicas expresan la perspectiva subjetiva de lo dominicano en su esencia y desde la conciencia dominicana, a excepción del pesimismo, que hace que lo dominicano no se limite a su singularidad nacional, sino que comulgue con lo internacional y se identifique con ello, prefiriéndolo. Las otras tres figuras fenomenológicas representan la singularidad de lo dominicano en relación con otras figuras culturales de carácter internacional.

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